Espero que les guste esto que escribí, creo que lo voy a continuar :) críticas, opiniones y demás serán muy bien aceptadas!
Palpitantes y repulsivos sueños me atormentaban meses antes de que eso sucediera. No los provocaban mis cenas, ni las lecturas antes de acostarme. Tampoco eran las irresistibles horas mirándome en el espejo, contemplando a ese ser del otro lado. No había razón para que las cortinas de mi habitación susurrasen a pesar de estar cerradas las ventanas, o que la luz titilara en el silencio aun cuando yo hubiera sacado los tapones. Las tazas, los platos, los cubiertos en sus cajones, bailaban a un compás que no tenía sentido alguno. Las canillas dejaban escapar el agua con furia y las hornallas se prendían sin haber gas.
No hallé explicación, tan solo indiferencia de los pocos que me rodeaban. No tenía familia, ni amigos. Un psiquiatra, el hombre del bar y la joven que vendía diarios eran los únicos que escuchaban mis relatos, pero nunca me entendieron, seguramente creían que yo estaba loco, drogado o borracho.
En esos sueños huía de algo que no podía ver, pero que sentía desde mis células hasta las ropas. Corría, saltaba, esquivaba, miraba hacia atrás, hacia los costados, pero no veía nada. Una oscuridad azulada me envolvía. Detrás de mis orejas y sobre la nuca unos susurros me erizaban la piel y sentía que estaba cayendo por un abismo infinito. Palabras indefinibles, gritos apagados a mi alrededor, y de pronto unas manos largas, con dedos finos, como si en aquellos huesos no hubiera carne y músculos, ni siquiera sangre, porque eran heladas.
En ese momento donde me tocaban las manos, me despertaba sudado con dolor de tripas, con el cuello apretado como si me hubieran querido ahorcar. Los ojos a punto de salirse de las cuencas. La nariz me sangraba lentamente y siempre manchaba las sábanas. Me quedaba en silencio, mirando a la ventana que albergaba la luna siempre tan asquerosamente brillante. Más quietud del aire mismo. Reposo despierto de mi mente. Volvía a dormir, pero los sueños comenzaban de nuevo.
Meses después me vi envuelto en lo innombrable.
No hallé explicación, tan solo indiferencia de los pocos que me rodeaban. No tenía familia, ni amigos. Un psiquiatra, el hombre del bar y la joven que vendía diarios eran los únicos que escuchaban mis relatos, pero nunca me entendieron, seguramente creían que yo estaba loco, drogado o borracho.
En esos sueños huía de algo que no podía ver, pero que sentía desde mis células hasta las ropas. Corría, saltaba, esquivaba, miraba hacia atrás, hacia los costados, pero no veía nada. Una oscuridad azulada me envolvía. Detrás de mis orejas y sobre la nuca unos susurros me erizaban la piel y sentía que estaba cayendo por un abismo infinito. Palabras indefinibles, gritos apagados a mi alrededor, y de pronto unas manos largas, con dedos finos, como si en aquellos huesos no hubiera carne y músculos, ni siquiera sangre, porque eran heladas.
En ese momento donde me tocaban las manos, me despertaba sudado con dolor de tripas, con el cuello apretado como si me hubieran querido ahorcar. Los ojos a punto de salirse de las cuencas. La nariz me sangraba lentamente y siempre manchaba las sábanas. Me quedaba en silencio, mirando a la ventana que albergaba la luna siempre tan asquerosamente brillante. Más quietud del aire mismo. Reposo despierto de mi mente. Volvía a dormir, pero los sueños comenzaban de nuevo.
Meses después me vi envuelto en lo innombrable.